Entendiendo la situación actual que debemos afrontar todo el personal sanitario en especial y la población en general respecto a las medidas de seguridad recomendadas por las autoridades sanitarias, el grupo de Rosácea- SAD (acompañando las recomendaciones efectuadas por el grupo de cicatrización de heridas-SAD) desea compartir medidas específicas, orientadas a la recuperación del paciente que presenta piel sensible y se encuentra expuesto al uso de elementos de protección personal (EPP); entre ellas, la limpieza cutánea, restauración de la función de barrera, así como control y tratamiento de la reactividad vascular y de la respuesta inflamatoria son esenciales.
El síndrome de la piel sensible es un estado de hiperreactividad a diferentes estímulos externos e internos que desencadenan múltiples manifestaciones cutáneas. Los pacientes suelen percibir sensaciones anormales de picazón, ardor y hormigueo, a veces como dolor o prurito. La cara es el sitio indicado más a menudo por los pacientes, y el surco nasolabial es el de mayor sensibilidad.
Los factores desencadenantes pueden ser físicos (radiación, calor, frío, viento, presión), químicos (cosméticos y jabones entre otros) u ocasionales: psicológicos (estrés) y hormonales.
En el marco de la Pandemia por COVID-19 el 42,8% del personal de salud según estadísticas realizadas en China presentaron lesiones por el uso de elementos de protección personal (EPP)
Los tres tipos de lesiones predominantes fueron:
1. Lesiones por presión
2. Lesiones por humedad
3. Lesiones por fricción

Dentro de los factores desencadenantes encontramos:

1. Tiempo de uso EPP mayor a 4 hs
2. Sudor
3. Sexo masculino
4. Tipo de EPP

El especialista debe considerar dos aspectos muy importantes: por un lado, medidas generales, que incluyen identificar y evitar “si es posible” los factores desencadenantes, así como la selección racional de productos específicos para cada tipo de piel.

Recomendaciones:

 Priorizar la elección de productos hipoalergénicos, no comedogénicos, para pieles sensibles o intolerantes.
 Preferir productos de origen botánico y mineral en lo posible sin parabenos.
 Realizar la limpieza de piel con limpiadores suaves; es conveniente el empleo de limpiadores e hidratantes que contengan lípidos similares a los de la barrera cutánea, libres de jabones, surfactantes agresivos, aceites y aditivos o conservantes. Los jabones comunes pueden reemplazarse por syndets. Se deben aplicar suavemente, sin
frotar, y enjuagar con agua fresca templada. No usar scrubs o limpiadores grumosos.
 Restaurar la función de barrera cutánea con hidratantes para piel sensible. Se debe evitar la prescripción estandarizada. La indicación de un compuesto inadecuado, ya sea por su oclusividad o por su intensa higroscopicidad o emoliencia, puede acentuar las molestias. Se prefieren emulsiones, por su fácil dispersión y absorción. En pieles muy secas se prefieren las emulsiones agua en aceite.
 Utilizar máscaras, compresas descongestivas y/o aguas termales diarias para reducir el enrojecimiento y generar una sensación de frescura, descongestión y reducción del calor inducido por la vasodilatación. Los antioxidantes y antiinflamatorios provenientes de extractos de plantas que contienen alta concentración de polifenoles como el té verde (Camelia sinensis), el ginkgo biloba, la hierba de San Juan (Hypericum perforatum), manzanilla, hammamelis y caléndula son utilizados en la preparación de compresas descongestivas con muy buenos resultados. Algunos autores recomiendan máscaras de yogur natural helado, dos veces por semana durante 20 minutos.

Grupo de Trabajo de Rosácea.